Ilustración de Cynthia Caraccioli
Ahora
que tengo un monasterio
lleno
de luz, espejo de mis sombras
sombras
de quince años
sombras
de veinte años
sombras
que son la envidia del diablo
cuando
el diablo se sienta
y
las mira
.
las
mira, a mis sombras
que
a ser miradas se sientan
y
se dejan refulgir por el destello opaco,
tierno,
perverso
de
esos ojos de rojos manantiales
y
párpados como tercos nubarrones
miradas
que van, y luego vuelven
o
tornan sobre sí mismas
también
para sentarse
y
ser miradas
.
Y
el diablo, en su taburete
sonríe
por no llorar
luego
llora por no gritar
o
acaso duerme, por no cantar.
En
su taburete se revuelca
y
mira hacia otro lado
y
se pregunta
el
diablo se pregunta
pero
sus preguntas se esconden
temen
ser respondidas
y
las respuestas despiertan
el
oído contra la pared
y
mueren en el intento
.
El
refectorio cierra los ojos
meditabundo
el
claustro se deshila
hilo
tras hilo
la
capilla, las celdas, el huerto
todos
se van a la cama
y
sólo la biblioteca
caos
de mi alma
decide
quedarse en vela
ahora
que tengo un monasterio
.
No
hay diablo que tenga
ni
hay infierno que tenga
ni
hay sombra que tenga
pezuña
suficiente
para
soltar las amarras de mi noche
no
hay locura que entienda
ni
muerte redentora
no
hay una llave
tampoco
una cadena
no
hay herida posible
ahora
que tengo un monasterio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario