ESCRITOR COSTARRICENSE

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IN MEMORIAM ANTONIO LLOPIS


Viví en Madrid durante un año, de finales de marzo de 2004 a principios de marzo de 2005. Durante todo este tiempo escribí regularmente a mi gente en Costa Rica, y algunas personas conservaron todos los mensajes. Al leerlos varios años después, descubro que juntos conforman un libro publicable, que provisionalmente he titulado "Desde Madrid", y que no tengo la menor idea de cuándo verá la luz.

Entre tanto papel se encuentra uno titulado "Llopis", fechado el 14 de junio de 2004. Debo aclarar antes el contexto desde el cual escribí dicho mensaje: trabajaba yo en la Feria del Libro, a la cual -al menos entonces- asistía un promedio de tres millones de personas. Mi trabajo consistía en pasearme por la feria disfrazado con una careta de George W. Bush, una ametralladora y un cartel que promocionaba un libro titulado "El libro bobo de Bush", que consistía en una antología de "errores, lapsus y tonterías diversas pronunciadas por el presidente norteamericano".

Pues bien, transcribo el mensaje en cuestión:

"...por la tarde iba caminando con mi máscara y mi metralleta y los chorros de sudor salpicando por todos los costados, y de pronto creí ver un duende que se acercaba a lo lejos, con su vestidito azul... Al acercarse, comprobé que era Llopis, todo un personaje, profesor de la escuela, con alta carga existencial, con el que fabulamos mil y una técnicas para suicidarnos (ya hemos llegado a la conclusión de que lo mejor es colocar el cuello dulcemente sobre la línea del tren), en fin, me quité la máscara y nos sentamos a hablar cuatro cigarrillos y fue alucinante... Conocemos la parte "suicida/existencial" de Llopis pero aquí se puso a hablarme del budismo, y las cosas positivas y esperanzadoras de su vida, fue alucinante... Después de conversar con Llopis, la vida es otra".

Conocí a Antonio Llopis en el Laboratorio de Teatro William Layton. De entre todos los profesores, fue el único con el que conseguí entenderme. (Los que me conocen saben la irreductible alergia a los adultos que padezco). Yo no era alumno matriculado en la escuela, pero hice muchas de sus clases de Transformaciones (improvisaciones en teatro). El tipo era genial, era diferente, era un ser humano único. Si no me equivoco, él tenía 61 años entonces. Estabas en la escuela, conversando en los pasillos unos con otros, y de repente lo veías venir de lejos, pequeño como era, y te estampaba un sorpresivo beso en la boca. Sus comentarios en las sesiones eran impresionantes, no por sabios los comentarios, sino por la extraña sabiduría que llevaba este hombre bajo la piel. Nunca podías predecir, ni de lejos, las palabras que saldrían de su boca, o en qué momento emergería su extraña sonrisa, su mirada irónica... Llopis, por naturaleza y sin necesidad del menor esfuerzo, rompía barreras por los cuatro costados; su sola respiración rompía moldes y abría los poros del alma.

Cinco años después de haberle conocido, estando yo en Costa Rica, me enteré de que Llopis se había suicidado. "El actor, profesor, coreógrafo y director de escena madrileño Antonio Llopis, una de las mentes más lúcidas y brillantes del teatro español contemporáneo, murió ayer como había vivido. De manera radical y solitaria", fue el obituario que hallé en la internet, fechado el 19 de diciembre del 2008. Según entiendo, se lanzó de un puente para caer en la explanada donde más de una vez había dirigido algún ensayo para alguna de sus obras.

Llopis nunca cesó de buscar. El gran actor que fue, incluso con gran reconocimiento en su momento, dio paso luego a un ser humano aún mayor, que hurgó sin descansar en la actuación, y en la vida misma, el sentido de una existencia que quizás nunca halló. Parecía querer siempre mirar a la vida cara a cara, y preguntarle: ¿quién eres...?. La frase que más recuerdo, como si la tuviese grabada, con su voz dulce y profunda a la vez, decía: "¡Es que no entiendo! ¡No entiendo!", lo decía a cada rato, cuando hablábamos de alguna de las poco interesantes pero harto venenosas artimañas del mundo contemporáneo y de la naturaleza humana. Creo que Llopis, puede que sin porponérselo, consiguió resquebrajar la vida lo suficiente como para permitir que el niño saliese al aire, pues eso es lo que era cuando yo lo conocí: un niño en un cuerpo arrugado. Un niño sabio.

Un niño que finalmente fue expulsado del Laboratorio (¿será que los niños no pueden enseñarnos nada...?), y acabó por convertirse en un indigente. Esto de indigente tuvo algo de premonitorio: en el 2004 Ion Iraizoz, alumno del Laboratorio, filmó un cortometraje titulado "Flora y Fauna". Al final del cortometraje debía aparecer Vicente, un indigente que estaba siempre en la escalera que había a la vuelta del Laboratorio, frente al río Manzanares. El día que el corto se filmó, Vicente no estaba: si mal no recuerdo, nos dijeron que había sido llevado a un asilo. Así que Llopis aceptó hacer el papel de indigente, que por cierto fue una actuación maravillosa. (Por cierto, en el cortometraje aparecen dos indigentes: uno es Llopis, al final, y el otro soy precisamente yo, que hice de otro indigente instalado en una banca cerca de la orilla del río).

Y así, como indigente, murió Antonio Llopis.

O quizás no murió. Quizás, luego de tanta búsqueda, consiguió llegar a ser un niño total, y lanzó puente abajo el cuerpo arrugado como una serpiente que desecha su antigua piel. De todas formas, nada es lo que parece, ¿no?

6 comentarios:

  1. Increíble, Andrés...

    Muchas gracias. Ha sido precioso volver a recordarlo, y verlo con esos ojos.

    Besos.

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  2. Ufff, me ha gustado mucho.
    Olvidar a Llopis es imposible.
    Buen retrato... con tu permiso, me lo llevo a mi blog.

    Saludos.

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  3. Muy bueno, Amigo. Llopis era todo ésto.
    Saludos. Yoska Lázaro Ex-Layton

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  4. ...pues yo sigo aplicando las transformaciones de Llopis a mi vida... de las cosas más importantes que he aprendido de alguien sin darme cuenta en ese momento!

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  5. me ha encantado la reinterpretación del suicidio...cambiar de piel...
    Llopis fue el mejor profesor que yo tuve en Layton...¿Lo expulsaron del laboratorio?
    Yo muchas veces me he preguntado si lo que le faltó a Llopis no fue un buen compañero sentimental que aliviara su soledad...

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  6. Nos conocimos de estudiantes en los años 50....preparando el Preu. Buenos recuerdos y buenas risas entre apuntes y serpentinas....Desconocía que había muerto así.....lo siento tanto!!!

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